El cine mudo, que floreció entre finales del siglo XIX y principios del XX, tenía una limitación evidente: la falta de sonido. Para superar este desafío, los cineastas introdujeron los intertítulos, textos que aparecían entre escenas para transmitir diálogos o dar contexto a la historia. Estas simples pantallas de texto permitieron que el cine mudo conectara emocionalmente con el público, proporcionando información clave y manteniendo el flujo narrativo.
Los intertítulos, además de cumplir una función informativa, tenían un valor estético. Algunos directores los usaban con tipografías estilizadas o ilustraciones que reforzaban el tono de la película, convirtiéndolos en una herramienta visual más dentro de la narrativa.
Con el tiempo, el surgimiento del cine sonoro hizo que los intertítulos desaparecieran, pero su legado perduró en los subtítulos. Al igual que los intertítulos, los subtítulos cumplen la función de traducir o adaptar el contenido para públicos que, de otro modo, no podrían entender el idioma original. Aunque la tecnología ha avanzado, la necesidad de una mediación textual para comprender el cine y la televisión sigue siendo esencial.
Hoy, los subtítulos son parte integral de las producciones audiovisuales, y aunque su forma ha cambiado, su propósito de mejorar la accesibilidad y la comunicación efectiva sigue siendo el mismo que en los días del cine mudo.